Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

martes, 26 de abril de 2011

Olor a uno

[Durante la Colonia] en el fondo de las casas estaba el común, la letrina (llamativamente, también se llamaba común al conjunto de vecinos que no eran nobles, ni principales). Ahí se plantaban limoneros y lavandas para tapar el olor. Para disimular los tufos de la convivencia se quemaba incienso en las casas, que olían a iglesia.
Esta aversión a los olores que denuncian la animalidad del cuerpo humano sigue tan campante en estos tiempos. Hace poco nos cayó en la mano un folleto que promovía repuestos en aerosol para desodorizantes automáticos. Se trata de esos aparatitos maravillosos que dispensan una nube de fragancias cada tantos minutos. Y que prometen que nunca, pero nunca, habrá un vaho sospechoso en casa.
Para semejante utopía se promete un body shop con olor a banana (para el hombre, desde ya) y otro con olor a té verde o a jeans (sic) para la mujer. Y una esencia que huele… a shopping. Se trata, pues, de recrear en casa esa ensoñación del consumo que significan los shoppings. Pero hay más. También se ofrece, literalmente, esencia de “shopping USA”. ¿Hay algo más sofisticado?
La utopía desborda. Hay un aviso televisivo que promueve un perfume que se esparce en el auto y la muchacha espléndida de la caseta del peaje se sube, enamorada. Ya no es el aura seminalis, sino ese vago olor a auto nuevo, que viene a coronar la fantasía del coche como un falo todopoderoso.
Ya nadie huele a sí mismo. Uno huele a lavanda, a canela. No a su propia piel. No a sudor, por más honesto que sea. No a amor, cuando el amor se hace. (Fragmento)
Ricardo Lesser
Caras y Caretas N° 2246; mayo 2010