El olor no es sólo una sensación, una combinación compleja de gases, vapores y polvos. Es también un fenómeno moral. Hay olores buenos y olores malos. Lo que huele bien es bueno. Lo que huele mal es malo.
El olor a limpio se confunde a menudo con el olor a bueno. Es lo que hace una antigua publicidad de 1910, el año en que la Patria cumple su primer centenario.
Se habla allí del brin blanco del uniforme de los frescos y limpios vigilantes del orden. La gente limpia es gente moral, “gente de orden”.
Claro que uno no debe ser sólo limpio, debe oler a limpio. Para eso está, claro, el jabón Reuter.
Desde que los vigilantes han estrenado su fresco uniforme de brin blanco, parece como que han ganado un punto de respeto en la consideración popular.
Es el efecto de la ostensibilidad de la limpieza.
Esta circunstancia, al parecer vulgar, pero que no lo es en sus alcances morales, debería tenerse en cuenta por los que tienen en poco á la higiene y á la limpieza personal.
Una casa en la que al entrar en su patio ó galería, ya se nota el inconfundible perfume del jabón Reuter, ya impone también en el espíritu un sentimiento de respeto.
Allí hay gente aseada y como el aseo del cuerpo es casi siempre una consecuencia de la corrección moral, el espíritu establece rápidamente esta síntesis: “Esa familia que usa el incomparable jabón Reuter, debe de ser, no tan solamente una familia limpia y de buen gusto, sino también una familia honesta”.
El Jabón Reuter sirve, pues, hasta para carta de garantía en cuanto á las buenas costumbres de las personas.
Los “chafes” van muy aseados. Ojalá los “pibes” los imitaran para poder decir: “Estos chicos son gente de orden”.
Caras y Caretas N° 594; febrero 19, 1910