El Watson’s Hotel y la Iglesia
de la Inmaculada Concepción
(La Redonda), circa
1860
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La bala perforó la sien y buscó instantáneamente su destino
de muerte. La otra, igual. Fueron dos detonaciones. Las dos salieron de un
cuarto del Watnson’s Hotel; tal vez hayan tenido su eco en la recova, al
costado de la Inmaculada Concepción, en el barrio de Belgrano. Las sangres
derramadas de Julius y Theresa iban formando un espejo sobre piso.
Esto fue un 3 de mayo de 1878. Cinco días antes, habían
llegado desde Hamburgo el matrimonio formado por Karl Scheiber y Theresa con
sus tres hijos y un amigo de la familia, Julius Rohlfs. Quién sabe cuándo
empezó el romance entre Theresa y Julius, pero dos días después del desembarco,
ella desapareció del Hotel de Inmigrantes.
Karl los encontró en el Watson. Intimó a su mujer
a que lo acompañase. Cuando ella fue a buscar su sombrero (ninguna mujer se
atrevería a salir a la calle sin sombrero, aun en esa circunstancia dramática),
su amante le descerrajó un disparo en la sien. Todavía no se había acallado la
detonación cuando él también se pegó un tiro.
Era un pacto suicida. Julius dejó un papel donde decía: No he hecho sino lo que hubiera hecho
cualquier hombre honesto, quitando al tirano la víctima, a la que durante seis
años la hizo una vida de penas.