Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

martes, 4 de octubre de 2016

Imago nos: Paseo del Bajo

Paseo de Julio (Leandro N. Alem), circa 1867, según Benito 
Panunzi. Todavía no existen las clásicas recovas  exigidas  a los 
dueños de los inmuebles con frentes entre Rivadavia y Tucumán en 1875.


Tiene olor a puerto. A “puerto mutilado sin mar”, diría Borges; por eso, puerto con olor a río y marejada. Es el Paseo de Julio, al que también se llama Paseo del Bajo. Un barrio portuario, marginal, asomado al río por encima del murallón que levantó Rosas.
La calle se desbarranca, ribeteada de tiendas. Pero, aunque sean más o menos clandestinas, también hay fondas, posadas, casas de tolerancia para los marineros de paso. Lo que se ve es un cartel que dice English Taylor & Drapery, “Sastrería y ropería inglesa”; así, en inglés. 
Al fondo, sobre el horizonte de techos, otro cartel: Hotel Provence que, más allá del nombre pretencioso, parece tener por lo menos tres pisos, no está mal.
Después, las lonas de las tiendas perfectamente alineadas sobre veredas precarias. Delante de ellas, tal vez, las vías del tranvía a caballo de la muy británica Buenos Aires Northern Railway, el Ferrocarril del Norte.
Dentro de poco, en 1887, vendrá el relleno de la costa para construir Puerto Madero. Y el Paseo de Julio quedará para siempre con nostalgias del río.