Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

lunes, 31 de diciembre de 2012

La fiesta de los tiempos

Antigua postal de salutación
Centro de Estudio e Investigación de la Tarjeta Postal y Fotografía Argentina

Nadie se quedaba despierto esperando las doce. Sólo por caso alguien sacaba el reloj del chaleco para mirar el milagro efímero de las manecillas juntas en el XII romano y confirmar el anuncio de los campanarios.
En el Buenos Aires colonial el tiempo de los relojes apenas contaba. Lo que valía era el tiempo religioso. Hasta el demonio obedecía al calendario cristiano. Las viejas decían, según Mariquita, que san Bartolo tenía atado al diablo, que todo el año le pedía, Bartolo, soltáme, y que el día del santo le daba asueto.
La cosa, entonces, era de Misa de Gallo en la medianoche de la Natividad, de Semana Santa en los altares morados.
Después sí, después vino el tiempo cívico. Las fiestas eran revolucionarias. Evocaban los atrevidos cabilderos de mayo, los ciudadanos fieros de las invasiones inglesas. Los funcionarios reglamentaban cuidadosamente la liturgia de las fiestas mayas y, después de 1816, las fiestas julias. No era para menos, se trataba de quebrar los valores del antiguo régimen y sacralizar los nuevos. Era, como siempre, una guerra de sentidos.
Más tarde, aventado ya el tiempo religioso y enclenque el cívico, el riesgoso paso al otro año necesitó de algunos antiguos ritos. Como tirar por la ventana los almanaques agotados y el excedente de los papeles que sobran. Como comer doce uvas, campanada a campanada, costumbre que parece remontarse a una época de excedentes de uva.     
De eso se trata, al parecer, de rituales del excedente, del consumo, del ruido. Ritos de paso ante el desasosiego que da lo por venir. No sea cosa que san Bartolo desate al diablo. 
Feliz Año Nuevo.