“El aseo y la limpieza dan a los niños belleza", dice el pizarrón. Limpieza rima con belleza. Por eso, los chicos se lavan las manos antes de sentarse a la mesa. Por eso, llevan guardapolvos blancos.
Hay una nena, la de trencitas, que parece llevar un
delantal de otro color. No importa, es 1921, todavía el blanco no es obligatorio. El año pasado,
durante la primera presidencia de Irigoyen, se recomendó (no se exigió) que los
chicos usaran guardapolvos blancos en las escuelas.
El propósito no fue, como se cree, encubrir encubrir
las diferencias sociales entre los alumnos. La intención era, sencillamente,
higiénica. Un modo de evitar que los gérmenes viajaran de casa a la escuela y
de la escuela a casa (la idea original era que el guardapolvo quedara en el
establecimiento).
El guardapolvo blanco no es sino una consecuencia del
higienismo como modo de ordenar a la sociedad. Bajo su influencia, la educación
común debía ser obligatoria, gratuita, laica… e higiénica. Los médicos escolares
asumirían la inspección de la salud y la higiene de los establecimientos.
Así fue como, hace cien años, vestimos a los chicos de
las escuelas con guardapolvos blancos. Como los médicos.