Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

jueves, 24 de febrero de 2022

No se nace mujer

El primer libro de lectura fue publicado por una mujer, Ernestina López (1875-1965), en 1920. Es curioso que las feministas no se acuerden de ella.
No la tuvo fácil, Ernestina. Venía de una familia, digamos, poco convencional. Su padre era el célebre Cándido López, el Manco López que pintaba batallas con la mano izquierda.
Cuentan que, antes de irse a la Guerra del Paraguay, se enamoró de una niña de catorce años. Un sol. Pero ocurrió aquella granada fatídica. Le destrozó el brazo y los sueños. Ya no me querrá, pensó.
Hasta que, en una mañana de otoño de 1872, alguien entró a la zapatería en la que trabajaba. Era la niña sol que sí lo quería. Se casaron en San Miguel Arcángel un 22 de septiembre, justo el aniversario de la batalla de Cutipaytí donde el pintor dejó el brazo.
Nadie reparó, y él menos que nadie, en que Cándido tenía una concubina, Adriana y una hija, Elvira, que en ese momento era apenas un bebé.
No importó demasiado, el Manco se casó con doña Emilia, fueron felices y comieron perdices. Tanto, que tuvieron doce hijos.
No se crea que Cándido renunció a Adriana. Simplemente, puso casa chica (Adriana) y casa grande (Emilia). A pocas cuadras, que era lo más conveniente. En 1879, la “concubina”, para llamarla de algún modo, dio a luz a Ernestina.
Un pequeño detalle: en 1878, Emilia, la “legítima”, es un decir, parió un varón y, en 1880, otro. Ernestina nació exactamente en el medio: en 1879. No se podrá decir que el Manco de Curupaytí no era un padre pródigo.
Quién sabe cómo sobrellevaron las hermanas López esta situación. Pero, sin duda, la superaron. Volvemos a encontrarlas en 1901.
Ese año, Elvira se graduó como filósofa con una tesis sobre “El movimiento feminista”. Y Ernestina lo hizo con medalla de oro. Eran las primeras en Filosofía y Letras. Hacía nada que Cecilia Grierson se había recibido de médica contra viento y marea.
No fue casualidad que, unos años más tarde, las universitarias organizaran el Primer Congreso Femenino Internacional en Buenos Aires. En aquellos tiempos, en el código civil las mujeres eran tenidas por imbéciles legales. Había que tener coraje para ir contra el patriarcado.
Lo tuvieron, claro. Habría que preguntarse si su militancia contra el desigual orden sexual de la sociedad, del cual su padre era un ejemplo cabal, fue motivada por su propia experiencia filial. ¿Es casual que las dos hermanas López hayan sido feministas de fuste?
En todo caso, dieron pelea para llegar a ser las mujeres que fueron.

En Seis problemas para don Isidro Parodi, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares adjudican a un presunto Carlos Anglada la autoría de Veo y Meo. Una broma al popular Veo y leo de Ernestina López.