Torre Monumental o Torre de
los Ingleses
emplazada en la por entonces Plaza Britania, circa 1910
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Allá por los años treinta, se clausuraron los prostíbulos de
Buenos Aires. Las más de veinticinco mil prostitutas que había en la ciudad no
sabían qué hacer. En particular las prostibuleras,
que debían competir con las yirantas en
las calles.
Hicieron mil y un malabares. Algunas pedían a los muchachos que
tomaban el tren unos pesos para el boleto y les ofrecían la cartera o el
sombrero como garantía. Esto servía para que entraran en conversaciones y, al
rato, cerraran un trato de dinero por sexo.
Muchas de las mujeres paraban en las salas de espera o en
los baños públicos del ferrocarril Mitre de Retiro. No pocas atendían en el bar
“El vómito”, cuyo nombre estaba a la altura de su fama, pero que tenía la
ventaja de permanecer abierto toda la noche.
Los tiras estaban
perfectamente al tanto de estos modus
operandi. Bastaba hojear la Revista Policial, como lo hizo Andrés Carretero.
Los informes policiales decían que las prostibuleras
hacían lo suyo en la plaza Britania, enfrente al ferrocarril. A un costado de
la Torre de los Ingleses, antes de la escalera que lleva a su interior, estaban
las llaves de los focos de luz de la plaza. Cuando las chicas conseguían
candidatos, los llevaban allí. Una apagaba las luces y en el instante de
oscuridad hacían lo que habían ido a hacer en el mullido e inclinado césped.
Claro que la policía, al ver la plaza a oscuras, la rodeaba,
prendía los focos y arreaba a prostitutas y clientes a la seccional. Si había
resistencia (y muchas veces la había), los agentes sacaban sus porras e iban
por la calle Maipú, que casi nunca estaba iluminada.