Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 30 de abril de 2011

Como moscas

Si uno se suscribe, apenas enciende el iPhone aparece un mapita que indica en tiempo real dónde están las personas incluidas en la lista de contactos; esposos, amantes o lo que fuere. Ahora parece que las corporaciones informáticas tienen esos datos quiéralo uno o no. No hay vida privada que aguante.
También somos rastreados por las cámaras de seguridad que hay en las calles, en los bancos, en las oficinas. Hasta cuando pasamos nuestra tarjeta monedero en el subte alguien sabe dónde estamos y qué estamos haciendo.
“Ya nunca volveremos a estar solos”, dijo alguien. No es así.
En el Buenos Aires antiguo sí que la experiencia de la soledad era imposible. Uno convivía con padres, hijos, tíos, primos. Hoy las redes del parentesco no son relevantes. Lo que cuenta son otras redes, invisibles.
No es que nunca volveremos a estar solos. Lo que pasa es que nunca volveremos a pasar desapercibidos.  Estaremos geolocalizados constantemente. Pendemos de las telearañas informáticas como moscas enloquecidas.     

viernes, 29 de abril de 2011

Cuentacuentos

El grupo Caretas, conformado por Mariana Erázun y Alicia Álvarez, narró escénicamente  “Arrebatos del deseo”, un texto de Ricardo Lesser que dio nombre al espectáculo de narración oral en Neuquén. Las cuentacuentos afirmaron que el espectáculo abre "un juego escénico que buscar encontrar el hilo conductor que ate los extraños relatos y las intensas tramas que magisttralmente dibujaron escritores como Ángeles Mastretta, Lesser o Isabel Allende".

jueves, 28 de abril de 2011

Mapas sociales

1778: El primer mapa social de Buenos Aires
(200 años de vida privada, General Villegas, febrero de 2011.
El primer censo poblacional de Buenos Aires fue en 1778. Carlos III ensayaba nuevas técnicas de control sobre sus súbditos. Había que registrar sus cuerpos, su sexo, su piel, su condición social.
Las cuentas revelaron lo que ya se sabía: había 25.000 almas (hubieran cubierto menos de las dos quintas partes del Monumental). Los vecinos principales vivían en torno a la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo). Los Belgrano (la segunda fortuna de la villa) vivían en Santo Domingo (ahora Belgrano), cerca del río. Los Pueyrredón en San Martín de Tours (Reconquista).
Durante años, Buenos Aires creció sobre la traza cuadrada de la Plaza de Mayo. En el siglo XX, las políticas de vivienda y de transporte hicieron que la ciudad se fuera ampliando concéntricamente. Las villas miseria se instalaron en los espacios vacantes, las cuencas inundables de Matanza-Riachuelo y Reconquista.
Desde los 90, fueron propietarios quienes pudieron: las clases medias altas y altas. Los demás quedaron inquilinos para siempre. Después cambió el patrón de crecimiento de Buenos Aires. Vino la suburbanización de las élites, como dice el arquitecto Horacio Torres. Las clases altas se mudaron a los countries de Pilar, Cañuelas y hasta Berazategui. Allí conviven los nuevos clubes de campo con las villas. Vaya paradoja.      

martes, 26 de abril de 2011

Amores eran los de antes

Estos son días de pasiones líquidas. El amor tiene fecha de vencimiento. Los enamorados lo destapan y se evapora como un mal perfume. Las promesas (“Hasta que la muerte nos separe") no significan nada.
Pero a no equivocarse, la utopía del amor todavía está allí. La prueba son esas lágrimas que provocan los romances de la ficción. Todos desean desesperadamente relaciones románticas estables y seguras. Pero en el mercado del amor y del sexo hay una oferta casi infinita. Es como si los enamorados estuvieran todo el tiempo evaluando el grado de satisfacción que le proporciona el otro. Y lo cotejan con la satisfacción que podría darle un tercero. Hay, entonces, un dilema: se desea un compromiso a largo plazo pero, al mismo tiempo, se lo evita.
El paradigma del desafecto es la Malparida de la telenovela. Lo anuncia la cortina musical: “Tú eres la virgen de la avaricia/Controlas tus caricias con una calculadora/La que nunca se enamora”. Renata se acuesta con Lautaro, con Lorenzo, con Uribe, con Carvallo. Lo hace con una naturalidad envidiable. No se le mueve un músculo. Quién sabe si no es frígida. Salvo con Lautaro, desde ya. El amor entre ellos sigue intacto.
Renata es bellísima, despiadada, un poco loca. Es una loba depredadora con los hombres. No falta quien se identifique con ese amor de mercado. Como dice Woody Allen, “la vida no imita al arte, sino a la mala televisión”.
En todo caso, la Malparida enseña una distancia irónica acerca de los propios ideales del amor. El flechazo del primer encuentro es algo que dura poco. La sexualidad puede ir y venir por donde se le antoje. Es más, es bueno que vaya y venga así uno aprende. (Fragmento)

Ricardo Lesser
Caras y Caretas N° 2256; marzo 2011

Los secretos del pozo

Las imágenes eróticas encontradas en la casa de los 
Cobo habrían sido inspiradas en las litografías del 
pornógrafo francés Achille Deveria.
En la casa de Manuel José Cobo, como en todas por entonces, había un pozo de basura que se había llenado entre 1860 y 1895.  Tendría unos siete, siete  metros y medio. Los sirvientes tiraban los desperdicios en ese hoyo y los tapaban con paladas de tierra para que no olieran.
Un verano cualquiera, al arqueólogo urbano Daniel Schávelzon se le dio por excavar y traer a la memoria lo olvidado cien años atrás. En la fosa encontró lo usual: botellas desbaratadas, frascos que fueron de perfumería, copas quebradas. (…) Lo verdaderamente sorprendente fue el hallazgo de tres placas eróticas de porcelana. En la más completa –dice Schávelzon- hay “una pareja semidesnuda sobre un chaise-longue con cortinas y a un lado una mesita de luz con un vaso y un botellón. Los personajes están el hombre abajo y la mujer encima y ella toca una flauta que, en una escena digna de Las mil y una noches, produce la elevación del órgano sexual masculino”.  
Por supuesto, las placas eran importadas, seguramente de Francia. La europeización del estilo de vida se veía hasta en las chucherías eróticas. Pero no es sólo ahí donde se devela la vida privada. A simple vista, las porcelanas eran inocentes. Hasta ponerlas a contraluz. Entonces transparentaban las desnudeces maliciosas.
La pornografía es la mostración de lo genital, de lo obsceno (del latín obscēnus, “fuera de  la escena”), lo que tiene que estar fuera de la vista. La oleada de pornografía que venía de Europa ocurría justamente cuando los caballeros y las damas ponían distancia con los que no lo son a través de una cortesía exacerbada. Había allí una doble moral. La doble moral propia de la alta sociedad. La doble moral de esas placas eróticas que sólo cuando se ponen a la luz muestran lo que en realidad son. (Fragmento)
Ricardo Lesser
Caras y Caretas N° 2243; febrero 2010

Santos varones

Joaquín Belgrano Melián (1805-1867), 
el hijo de la parda Mauricia y el sacerdote 
Domingo, hermano de Manuel Belgrano.
En verdad, en aquel entonces nadie se escandalizaba demasiado por los deslices de esos santos varones, que tenían más de varones que de santos. Un caso evidente era el de Joaquín Eulogio Estanislao Belgrano y Melián, que en 1829 ya era un mozo de veinticuatro años.
Joaquín era hijo de la parda libre Mauricia Cárdenas y del canónigo Domingo José Estanislao Belgrano, más conocido por ser hermano de Manuel que por sus altas dignidades eclesiales.
Manuel Belgrano designó a Domingo como su albacea. Una de las cosas que tenía que hacer era pagar sus deudas y, con lo que sobrara, asistir a su hija natural, Manuela Mónica del Corazón. La niña fue criada por su tía Juana María bajo la dirección espiritual del canónigo.
Domingo no era sacerdote porque lo hubiera querido él, sino su padre. En su afán de acrecentar su patrimonio y reproducir su poder, las familias principales tributaban a la Iglesia el primero de sus hijos varones. Más de la mitad de los curas eran, precisamente, primogénitos. Y las tentaciones del mundo eran muchas, a veces irresistibles, como se ve. 
No sabemos qué fue de la parda Mauricia. Pero sí que el hijo sacrílego, como les llamaban entonces, del padre Belgrano fue adoptado por uno de sus hermanos menores, Joaquín Eulogio Belgrano y su esposa Catalina Melián y Correa.
Este matrimonio también adoptó a Isaac Melián y Belgrano, hijo natural del hermano de Catalina, el coronel José Antonio Melián y Correa. José Antonio había acompañado a Manuel Belgrano en su Expedición Libertadora al Paraguay. Después de destacarse en la Campaña de los Andes, vivió en Chile por más de tres décadas.
Tal vez Isaac frecuentó al coronel Melián cuando éste regresó a Buenos Aires. Como fuere, fue uno de los que recibió los restos de San Martín, en 1880, en su carácter de “deudo de los próceres de la Independencia”. Quién sabe si aludía a su padre biológico o a su tío Manuel Belgrano. ◊ 

Ricardo Lesser
Caras y Caretas N° 2242; enero 2010

Olor a uno

[Durante la Colonia] en el fondo de las casas estaba el común, la letrina (llamativamente, también se llamaba común al conjunto de vecinos que no eran nobles, ni principales). Ahí se plantaban limoneros y lavandas para tapar el olor. Para disimular los tufos de la convivencia se quemaba incienso en las casas, que olían a iglesia.
Esta aversión a los olores que denuncian la animalidad del cuerpo humano sigue tan campante en estos tiempos. Hace poco nos cayó en la mano un folleto que promovía repuestos en aerosol para desodorizantes automáticos. Se trata de esos aparatitos maravillosos que dispensan una nube de fragancias cada tantos minutos. Y que prometen que nunca, pero nunca, habrá un vaho sospechoso en casa.
Para semejante utopía se promete un body shop con olor a banana (para el hombre, desde ya) y otro con olor a té verde o a jeans (sic) para la mujer. Y una esencia que huele… a shopping. Se trata, pues, de recrear en casa esa ensoñación del consumo que significan los shoppings. Pero hay más. También se ofrece, literalmente, esencia de “shopping USA”. ¿Hay algo más sofisticado?
La utopía desborda. Hay un aviso televisivo que promueve un perfume que se esparce en el auto y la muchacha espléndida de la caseta del peaje se sube, enamorada. Ya no es el aura seminalis, sino ese vago olor a auto nuevo, que viene a coronar la fantasía del coche como un falo todopoderoso.
Ya nadie huele a sí mismo. Uno huele a lavanda, a canela. No a su propia piel. No a sudor, por más honesto que sea. No a amor, cuando el amor se hace. (Fragmento)
Ricardo Lesser
Caras y Caretas N° 2246; mayo 2010

200 años de vida privada

El viernes 18 de febrero [de 2011] visitará nuestra Ciudad, General Villegas, el sociólogo argentino Ricardo Lesser. Traído por la Biblioteca Municipal dictará un curso sobre la historia de la vida privada entre 1610 y 1810.
Quiero contarles quién es y contagiarlos de mi entusiasmo para que no se lo pierdan.
Conocí a este escritor maravilloso gracias a mi curiosidad lectora. Leyendo a Federico Andahazi, en “Pecar como Dios manda”, descubrí en el material bibliográfico un libro y un autor que llamaron mi atención. “Hacer el amor”, de Ricardo Lesser.
Sostengo desde hace un tiempo que el encuentro con un libro está envuelto de magia, sobre todo cuando éste se convierte en “el” libro. Y que llega a nuestras manos cuando debe hacerlo y no antes.

Por qué la historia de la vida privada

María Frascara. Ricardo, luego de algunos libros publicados eligió franquear  los enigmas del cuerpo, del morir y del sentir, los que envolvieron a nuestra sociedad entre 1610 y 1810. ¿Cuándo y por qué supo que ésta era una asignatura pendiente de la historia?
Ricardo Lesser. Los libros tienen sus propios designios y se nos imponen, quiéralo uno o no. Allá por el 2000, quise escribir una biografía del virrey Vértiz, sólo porque había sido humillado una y otra vez por el arrogante militar que fue Cevallos. El libro terminó siendo un sondeo de Los orígenes de la Argentina. Ahí aprendí que a la Argentina hay que rastrearla en 1776, cuando se funda el Reino del Río de la Plata, porque allí es donde nace la modernidad.
Cuando me paseaba por las calles del Buenos Aires colonial descubrí que había chicos. No los tomaban muy en serio, eran piezas de la estrategia familiar de sus padres. Pero terminarían siendo algo más: los héroes de una revolución a medias. Quise ver cómo eran. El resultado fue La infancia de los próceres.
Antes de que terminara los originales, caí en la cuenta que esos chicos habían sido criados con ciertas representaciones de lo que era el cuerpo. Amaban, morían, sentían de un cierto modo que les venía dado por sus padres. Comprendí que, si uno quiere entender de verdad qué pasó con esos héroes, hay que descifrar, si acaso eso es posible, de qué manera esos cuerpos estaban sujetos a una cultura dominante. De allí la trilogía Hacer el amor, Vivir la muerte y Celebrar los sentidos.

lunes, 25 de abril de 2011

Celebrar los sentidos

En el marco de la 34ª Feria El Libro, el historiador Jorge Gelman presentó el libro Celebrar los sentidos. Historias de sensaciones y gozos entre 1610 y 1810 de Ricardo Lesser. La publicación completa la trilogía La Historia del Cuerpo en el Buenos Aires Colonial, a través de la cual se propone un análisis desde la microsociología para develar los significados sociales del cuerpo. Las obras anteriores fueron Hacer el amor. Historias de amor y sexo entre 1610 y 1810 (publicado en el 2006), una inédita historia sexual de la época; y Vivir la muerte. Historias de vida y de muerte entre 1610 y 1810 (editado en 2007), una mirada puesta en el cuerpo mortal de aquel entonces.
Lesser invitó a los lectores presentes a un recorrido imaginario por los aromas y sensaciones de los hombres y mujeres de la colonia. De esta forma, dejó entrever el abordaje del libro, que refiere a una historia del cuerpo de los porteños de la época colonial. Una historia que indaga la política de la mirada implícita en las enaguas ricamente adornadas de encajes y procura develar qué había detrás del gusto por las comilonas y cómo se fue instalando una gastronomía del sabor. Un recorrido que no se contenta con describir los cuerpos que se rozaban oyendo la música de los minués, sino que también se pregunta por el gozo del movimiento y del tacto.

Hacer el amor

Félix Luna y Ricardo Lesser en pleno debate
“Un libro que le hubiera dado una pataleta a viejos historiadores como Raúl Molina”. Esto dijo Félix Luna al presentar Hacer el amor. Historias de amor y sexo entre 1610 y 1810. El texto se preocupa por saber por qué en la Colonia la desnudez no era cosa de señoras decentes, por qué sólo se podía mirar la desnudez del Cristo crucificado. Se pregunta también cómo puede ser que, en una sociedad pacata donde cualquier manifestación de la sexualidad era considerada pecaminosa, los sacerdotes levantaran actas de divorcio donde ponían el sexo en palabras con una liberalidad sorprendente.

El no de las niñas


Ni el 9 de Julio ni el 25 de Mayo; para ciertos investigadores como el ensayista Ricardo Lesser, la verdadera ruptura histórica fue una rebelión de niñas, hartas de que sus cuerpos fueran usados como bienes de cambio para afianzar o aumentar los patrimonios familiares. Esta es una de las perlas de Celebrar los sentidos. Historia de percepciones y gozos entre 1610 y 1810, un libro que escribe la gesta de la patria sobre los cuerpos de quienes la forjaron.
Reportaje en Página/12