Dicen que Lucio Victorio Mansilla, el hijo del heroico general de la Vuelta de Obligado, escribió algunas líneas sobre aquel hecho de soberanía. Pero no aparecen en sus Memorias. Tal vez le dio algo de pudor publicar ese recuerdo íntimo de un mocito de trece años. El texto es éste.
Habían pasado tres o cuatro días de lo de Obligado. Yo volvía de clase con monsieur Charles Clarmont en el recién fundado colegio San Martín. Entonces vivíamos en la esquina de Tacuarí y Potosí (Alsina), en Monserrat. Delante de casa había un montón de gente. Justo en ese momento, estaban bajando a Padre en una camilla.
-¡Tatita!
No me contestó. Estaba muy ocupado con el dolor. Un fragmento de mortero le había dado en el costado, rompiéndole una o dos costillas. Durante mucho tiempo, lo movían en la cama tirando de las sábanas porque el dolor lo inmovilizaba.
No lo vi por un tiempo. La casa era todo silencio, hasta las moscas tenían prohibido el zumbido. Al final, pude entrar al cuarto oscuro.
-La bendición, Tata.
Levantó la mano blanca (Padre era muy blanco). Esa fue su bendición.
Obligado terminó en derrota. El 20 de noviembre, después de ocho horas y muchos muertos, la armada anglo-francesa rompió las cadenas que cerraban el río y pasaron nomás.
Padre se trajo un pedazo de aquella cadena rota. Quién sabe qué habrá sido de ella.
Finale: En Segunda fila, Félix Luna -un historiador que hacía historia y, a veces, ficciones-, desafía a sus electores. Les dice que esas historias de personajes secundarios son todas verídicas. Menos una. Y los reta a encontrar la que no lo es. ¿Esta historia con lupa es verdadera o falsa?