Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Recuerdos de provincia

Christiano Junior. Mendoza moderna. Vista general de la 
Plaza Independencia, tomada de la calle Unión. 1880
Mendoza era sus canales y sus acequias. El agua compartida era la matriz de una sociedad desde luego pueblerina. El riego requería relaciones de cooperación, no importa si de amistad, con los vecinos. Como fuere, todos se conocían los paños. Por eso sorprendió el barullo que levantó el jefe de Policía aquel otoño de 1850.
Parece ser que el señor Administrador de Correos le entregó una valija sospechosa. Parece mentira que una valija fuera sospechosa, pero así fue. Y eso que decía, inocentemente, Impresos, Vida de J.C. (Jesús Cristo, suponemos). Cuando el saco de cuero fue abierto, había allí trece números del “inmundo libelo La Crónica que redacta en Chile el salvaje unitario Sarmiento”. Además traía “el libelo publicado por el mismo infame salvaje unitario que se titula Recuerdos de provincia”.
Dentro del libelo y acomodado con gran precaución, venía una pérfida incendiaria carta. No tenía firma pero ya se sabe cómo se las gastaba el sanjuanino exiliado. “Siga usted en su método indirecto de tertulias –instruía Sarmiento a don Francisco Llerena, seguramente inmundo- en que mezclándose personas bien intencionadas aunque federales, vayan despertando y agrandándose de ideas de socialismo [sic] en odio al bárbaro y salvaje despotismo…”
Después de una severa investigación, el asunto quedó en aguas de borrajas. Eso sí, los ejemplares de La Crónica fueron quemados públicamente el Sábado Santo en las manos del monigote que representaba a Judas. Qué embromar.