Las docentes no deben ir a la escuela sin medias. La
prescripción del Consejo Nacional de Educación es ociosa. ¿A qué maestra
decente se le ocurriría dar clase con las piernas desnudas?
Cualquier sabe que, en los años 20, el magisterio no es un
empleo sino un apostolado. Por eso en los barrios respetan a las maestras tanto
como a los doctores. Ni pensar que usen colorete o que muestren las
pantorrillas.
En todo caso, en 1923, el Consejo de Educación obliga a las
maestras a suscribir un contrato por ocho meses (no por doce, claro está) en el
que “la señorita" acuerda:
- No casarse. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa.
- No andar en compañía de hombres.
- Estar en su casa entre las ocho de la tarde y las seis de la mañana, a menos que sea para atender una función escolar.
- No pasearse por las heladerías del centro de la ciudad.
- No abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin el permiso del presidente del Consejo de Delegados.
- No fumar cigarrillos. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encontrara a la maestra fumando.
- No beber cerveza, vino, ni whisky. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encontrara a la maestra bebiendo.
- No viajar en ningún coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre.
- No vestir ropas de colores brillantes.
- No teñirse el pelo.
- Usar al menos dos enaguas.
- No usar vestidos que queden a más de cinco centímetros por encima de los tobillos.
- Mantener limpia el aula: a) barrer el suelo del aula al menos una vez al día, b) fregar el suelo del aula al menos una vez por semana con agua caliente y jabón, c) encender el fuego a las siete, de modo que la habitación esté caliente a las ocho cuando lleguen los niños y limpiar la pizarra una vez al día.
- No usar polvos faciales, no maquillarse ni pintarse los labios.
Fuente:La Revista del Consejo Nacional de la
Mujer Año 4, Nº 12, marzo1999, Buenos Aires.