Al menos esto aconsejaba Benjamin Franklin, que de esto sabía un montón.
En la noche del
jueves 20 de mayo de 1802 hubo una tormenta eléctrica de aquéllas sobre Buenos
Aires. De modo que el Telégrafo Mercantil creyó oportuno publicar un
resumen de un muy erudito opúsculo de don Franklin:
"El que tiene miedo á las
tempestades y està en un lugar en que no hay preservativos
contra los efectos de este metéoro, quando sobrevenga una
tormenta lo que debe hacer es apartarse mucho de las chimeneas, de los espejos
de las maderas doradas, de los quadros si tienen dorados los
marcos. Lo mejor de todo es ponerse en medio del quarto (como
no haya colgado del techo con una cadena alguna araña ó farol)
sentado en una silla, un pie sobre otro. Todavia es mas seguro
tender en medio de la pieza un colchon, doblado en dos y poner
encima las sillas. Estos colchones no llamando la materia del rayo como las
paredes, no preferirá interrumpir su curso pasando por medio del ayre del quarto y
los colchones, quando puede seguir la pared, que es mejor
conductor.
Pero, asi concluye Franklin esta
obrilla, quando hay (...) proporcion de
tener una hamaca ( que es un lecho suspendido con cuerdas) colgada con cordones
de seda, ó de lana, ó de pelo, à igual
distancia del techo, del suelo y de las paredes del quarto, se
ha logrado quanto se puede desear> deséar para
la mayor seguridad en qualquiera pieza que sea, y lo que
realmente se puede mirar como mas à proposito para ponerse à cubierto
de todoriezgo de parte del rayo".
En resolucion, el Editor, avisa segun las
observaciones de Franklin "el agua y todos los metales son buenos
conductores de este fluido; y tambien otras substancias, como
la madera y otros materiales empleados en los edificios, siempre que contengan
cierta porcion de partes aquosas = el vidrio,
la cera, la seda, la lana, el pelo, las plumas y aun la madera muy reseca, no
pueden servir de conductores para transmitir este fluido; esto es, en lugar de
facilitar su paso, le resisten ó se le oponen”.
Esta nota se escribió hace más de doscientos años. No hay nada nuevo bajo el sol. Bah, bajo las tormentas.