Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

martes, 21 de enero de 2014

Cómo abandonar a los bebés

Es una caja con una ventanilla. Uno la abre cuidando que nadie lo vea, deposita el bebé, cierra la ventanilla, oprime el botón y se va. A los diez minutos (tiempo suficiente como para poder alejarse tranquilamente), suena una chicharra y el servicio de asistencia social pasa a retirar el niñito.
Hay baby boxes, cajas incubadoras, en Pekín y en Xi’an y en Nanjing. Pero también en Alemania, en Austria, en la India y en Paquistán. Tienen sus bondades. Es mejor que tirar los chicos en la letrina o en cualquier tacho de basura. No sólo no se mueren de frío, tampoco se los devoran los perros o las ratas.
Algo de esto pasaba en el Buenos Aires colonial. Hasta Carlos III se horrorizó porque un día hallaron en el Barrio de San Miguel dos criaturas, comida la una, sin resto de otro fragmento que un brazo que tenía un perro; y la otra roída hasta las caderas. No era la primera vez, ya se habían encontrado y otros dos niños, uno arrojado a un albañal que murió, y otro comido por los cerdos.
De allí que Vértiz creara la Casa Cuna y con ella un dispositivo del secreto y el honor de las solteras y las menesterosas: el torno, un armario cilíndrico de madera instalado en un hueco del muro, que giraba sobre un eje y que permitía pasar niños desde la calle nocturna al interior del instituto sin que se viera la madre furtiva.
El torno de los niños expósitos (de los expuestos, los puestos afuera de la sociedad) giró y giró hasta el invierno de 1891.Fue entonces cuando el higienista Emilio Coni lo juzgó aparato indigno de una sociedad culta.
Más de cien años después, las baby boxes replican el torno, aquel dispositivo del abandono. Pero no se crea que es cosa nueva.
Los griegos cuentan que Pasífae, la esposa del rey Minos, tuvo amores con un toro de Creta. De ese tumulto de oscuridades nació Minotauro; hombre y toro en un mismo cuerpo, un monstruo que nadie debía ver.
Para ocultar su vergüenza adulterina, Minos le encargó al gran arquitecto Dédalo que construyera un laberinto, una confusión de calles y encrucijadas destinada a confundir a quien se adentre en él hasta serle imposible la salida. Algo así como un torno. O como una baby box.