Los agentes
arrestan el especulador. Corre el riesgo de una temporadita en Devoto. Mientras
tanto, los agentes de la Federal, con sus pesados capotes y, vaya uno a saber
por qué, las manguitas blancas que usan para dirigir el tránsito, pegan los
carteles: CLAUSURADO.
Los vecinos
y algún transeúnte curioso, como esa ricachona de pieles, se solazan con la
tragedia del infractor. Juntan chismes para contar en el mate.
Las
inspecciones son un espectáculo. Adrede, puesto que quieren convencer que el
gobierno defiende al pueblo de los codiciosos empresarios.
Corre el
año de 1952. En febrero se lanzó el Plan de Estabilización que, en los hechos,
implica un cambio fenomenal en la política económica. .
El presidente
Juan Domingo Perón lo justifica mejor que nadie:
La economía justicialista establece que de la producción
del país se satisface primero la necesidad de sus habitantes y solamente se
vende lo que sobra, nada más. Claro que aquí los muchachos, con esa teoría,
cada día comen más y consuman más y, como consecuencia, cada día sobra menos.
Pero han estado sumergidos, pobrecitos, durante cincuenta años; por eso los he
dejado que gastaran y que comieran y que derrocharan durante cinco años todo lo
que quisieran; se hicieron el guardarropa que no tenían, se compraron las
cositas que les gustaban y se divirtieran también (…) pero, indudablemente,
ahora empezamos a reordenar para no derrochar más.
Es la hora
del ajuste. Los tiempos del pan con afrecho de maíz y mijo.