Exterior de una pulpería, César Hipólito Bacle, 1833
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Buenos Aires no era París. Y mucho menos aquella esquina (como llamaban por entonces a
las pulperías), en el cruce de las calles Federación y Ombú (hoy Rivadavia y
Matheu), cerca de los corrales de Miserere. Los parroquianos no tenían las
galas de los cajetillas de la ciudad. Eran troperos, arrieros, carneadores.
Como el espacio era poco, un roce bastaba para sacar el facón. Allí no se le
mezquinaba un tajo a nadie.
Eso sucedía a menudo en la esquina de Leandro Antonio
Alén. Pero no había quién se le animara cuando el hombre pegaba el grito.
Porque el pulpero era vigilante primero de
a caballo de la temida Sociedad Popular Restauradora, la Mazorca. Más aún, era hombre del
comisario Ciriaco Cuitiño.
Lo cierto es que en aquella casa más próxima a la pampa
que a la ciudad nació Luisa del Corazón de Jesús Alén, la sacrílega.