Se conocieron a través de una red social. Sabían poco el uno del otro, apenas el perfil seguramente engañoso que habían ingresado a sus cuentas. Ella sola, aburrida de 10 a 19 en una zapatería del barrio de Agronomía, pisando los 40. El domingo lo invitó por primera vez a la casa.
Antes de ayer encontraron el cuerpo descosido por ocho puñaladas, chamuscado torpemente con alcohol de quemar.
Cada vez más nuestros cuerpos son virtuales. Flotan en Facebook, Twitter, los correos electrónicos. Van y vienen blandos, fluidos porque fueron hechos para nadar en el ciberespacio. No para otra cosa. En cuanto algún internauta intenta cambiar los códigos de la virtualidad se encuentra con los cuerpos duros, a veces crueles, de la realidad.