Roberto de las Carreras (1873-1963) |
He sido engendrado en una noche de pasión y no entre bostezos matrimoniales. Eso decía Roberto de las Carreras, el poeta decadentista uruguayo, a quien quisiera oírlo.
Razón tenía. Su madre, Clara García de Zúñiga, hija de un terrateniente de Gualeguaychú, iba de mano en mano como una falsa moneda, como decían las viejas. Su padre, don Mateo (el terrateniente), la había prometido a un señor que, prudente, esperó que tuviera catorce años para consumar lo que consumó.
A poco se hizo mujer, Clarita tuvo sus amoríos circunstanciales y, lo que es malo, los dijo. Los que la querían, entonces, la declararon loca, le quitaron la administración de sus bienes y la encerraron en un altillo. Allí pasó sus días hasta la noche de su muerte.
Antes, había tenido lo suyo con Ernesto de las Carreras que, si no nos equivocamos, era hombre de reputación en San Isidro. De allí Roberto. Cabal, lo reconoció y, a modo de única herencia, le enseñó que el mejor medio de contener a una mujer infiel es arrojándola por el balcón. (Continúa)