Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

viernes, 20 de junio de 2014

Band of brothers

Siendo preciso enarbolar bandera 
y no teniéndola, la mandé
hacer celeste y blanca. 
Manuel Belgrano, febrero 27, 1812
Belgrano-creador-de-la-bandera. Es casi un estereotipo. Pero ¿creador de qué? De un sentido. Por entonces las tropas patrias usaban escarapelas de distinto color, de manera que casi eran, decía Manuel, “una señal de división”. Era necesario un símbolo de unión: la escarapela precursora, la bandera después.
Bandera deriva de banda, “grupo de gente armada”, que a su vez viene del término gótico bandwo, “signo”, que designa el estandarte distintivo de una banda. Curiosamente, la palabra bandera alude no sólo al signo que distingue a una banda sino también a la banda misma. Es más, así se llamaba a las compañías que formaban los antiguos tercios españoles.
De manera que la bandera es un signo que identifica a una banda, una parte. Pero que la separa de otra. La bandera es también una ruptura.
Manuel era conciente de ello. Debe haberse sentido lo suficientemente confiado en sí mismo. Tanto como para matar figuradamente al rey de España, ese padre simbólico. Otros se sentían menos seguros: el gobierno le mandó “haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente”.
¿Cómo fue que Belgrano se animó a la creación a la que otros ni siquiera se animaron a consentir? ¿Cómo fue que este hijo de uno de los comerciantes más ricos de la época llamó patria a la tierra que no era la de sus padres?
Tal vez la clave sea el padre. Don Domingo (Domenico, porque era natural de la Liguria italiana) lo mandó a la España peninsular a que, junto a su hermano Francisco, “se instruyan en el comercio, se matriculen en él y se regresen con mercaderías”. Habría de ser comerciante, como su progenitor.
Manuel no hizo nada de eso. Prefirió la doctrina económica a los latines de Salamanca y, en vez de volver comerciante, regresó economista.
Nadie sabe por qué desoyó el mandato paterno. Acaso tuvo en cuenta que, si se quería hacer dinero en las Indias era necesario ser comerciante, pero que más valía otro oficio si se quería disfrutar de él. Acaso el hijo rehusó el riesgo que finalmente quebrantó al padre.
En efecto, cuando Manuel era un mozo de dieciocho años, don Domingo se vio involucrado en una causa por desfalco. También había cometido algunas irregularidades en la administración de la Hermandad de Caridad, de la que era tesorero.
El caso es que el padre de Manuel sufrió arresto domiciliario, le embargaron la casa y el almacén, lo llenaron de deudas que caerían, impagas, sobre los hombros de sus herederos.
Los Belgrano no eran una familia cualquiera. Eran un clan que se formaba con los Castelli (Juan José era primo de Manuel), con los Las Heras. Una familia viva, en el sentido que supo elaborar el trauma del procesamiento al pater familiæ. En vez de paralizar a sus miembros, las dificultades parecen haber tenido efectos movilizadores sobre ellos, al menos sobre Manuel.
Así, Manuel no tomó el mandato paterno como una condena, sino como una alternativa. La elección final no fue completamente opuesta a la familiar, sin embargo. Su inclinación por la economía política fue una forma de sublimar la práctica comercial de don Domingo. Pero también de cuestionarla, de trascenderla, de ponerla en proyecto.
El final de ese camino elegido es, de algún modo, la creación de la bandera. La creación de un sentido, ahora sí, radicalmente nuevo. Un signo blanco y celeste de las diferencias ya irreconciliables con España, con la patria de los padres.