Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 3 de agosto de 2013

Casas de humo

Hubo una época en que los argentinos pitaban nacional. Las tabacaleras mundiales no llegaban a estas playas lejanas. Había muchas compañías de tabaco de entrecasa y alguna que otra de envergadura, como Piccardo, que producía los famosos 43.
El mercado de los cigarrillos habanos (que no eran puros sino cigarrillos de tabaco negro que, a veces, era de origen cubano) era ferozmente competitivo. La identificación del producto era, desde ya, fundamental. Algunos publicistas de aquel entonces registraron marcas asociadas con caudillos populares, como los Santo y Seña (cuya bajada decía Roca o nadie), los Don Hipólito y aun los Perón más tarde. Un modo de fidelizar al consumidor, diría un especialista en marketing.
Pero la marca no lo era todo. También se apelaba a concursos. Si uno juntaba 150 figuritas de los Monterrey ganaba una suscripción gratis por un trimestre a la revista Caras y Caretas. Con 300, un semestre y con 500, un año.
En 1909, Juan Posse (Compañía General de Tabaco) rompió los moldes. El hombre tenía sus veleidades. Ya había contribuido a la repatriación de los restos de San Martín, ahora quería fundar un pueblo en la provincia de Buenos Aires.
Compró 759 hectáreas en el partido de Merlo a la Oficina de Tierras. Apalabró al antiguo Ferrocarril del Sud para que instalara una estación de tren en el ramal Merlo-Lobos. Sólo faltaba sembrar la semilla de la población. Lanzó, entonces, un concurso: si uno presentaba 500 marquillas vacías de los cigarrillos habano Mitre de 20 o 30 centavos, se hacía acreedor a un lote de 280 m2.
“Ya son muchas las personas que gracias a nosotros conocerán este año que empieza las delicias de tener casa propia –decía en un aviso de Caras y Caretas-. Antes de terminar el año 1910 tendrán todo un hogar libre de las angustias que proporciona el alquiler y habrán obtenido para sus familias el feliz privilegio de vivir contentos y confortablemente en Villa Posse [el apellido del emprendedor don Jorge], el hermoso y moderno pueblo que hemos fundado para regalarlo”. Un pueblo de fumadores, dijo un chusco, que nunca faltan.
Como fuere, Posse entregó 15.000 lotes, 60 casas y un chalet, lo que aumentó las ventas de los Mitre… y valorizó las tierras de la villa, que terminaría llamándose Mariano Acosta.
Como siempre, hubo vivillos: las marquillas vacías llegaron a venderse a 10 centavos, la mitad del precio de los atados de 20.