Acta de nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento |
Mariquita (nuestra Mariquita, la del himno) se llamaba María Josepha Petrona de Todos los Santos, puesto que había nacido un 1° de noviembre, la fiesta de Todos los Santos. Así fue registrada en la Merced, que estaba a pocas cuadras de la casona solariega.
En aquel entonces, la identidad estaba dada por la firma a menudo insegura y siempre aparatosa del párroco de turno. Cuando Mariquita se casó con su primo Martín de Thompson, después de menudo barullo que hicieron, el matrimonio quedó asentado en la iglesia, esta vez con la letra de Cayetano Rodríguez. Y también fueron asentados sus ocho hijos, tres de los cuales llevaban el apellido del lindo pero vividor de Jean-Baptiste Mendeville.
Lo mismo pasaba con las defunciones, se verificaban en las iglesias. No todo era prolijo. Cierto cura de Rosario Tala, poco ilustrado, certificó que había fallecido Carmen Luna, “casada con Toribio, el Petiso, que así le decían por lo bajito”, dice el libro.
Después vino el Registro Civil y la identidad se hizo laica. Cada uno tenía el documento que le correspondía en tanto ciudadano. El documento indicaba los datos antropométricos principales. Certificaba que uno había nacido en tal o cual lugar, que había cumplido con sus deberes cívicos. Señalaba, en fin, la pertenencia a una Nación, a un territorio definido entre otras cosas por sus límites.
Pero la globalización se comió las fronteras. Hace rato que los documentos de identidad caducaron. Ahora uno es lo que es en el mercado. Uno es la tarjeta de crédito, mucho mejor si se trata de una gold, una tarjeta dorada del consumo. La tarjeta no es nacional, uno puede acreditarla en el país que se le ocurra. Uno es un password, una clave de acceso. Uno ya no es un ciudadano, sino un consumidor del mundo.