Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 22 de junio de 2013

Viejas de 25

Publicidad de "La Fitina", 1909
En los 900, las mujeres de más de veinticinco años envejecían como una hoja que amarillea en abril. No era mucho lo que podían hacer. Pero debían hacerlo. Para eso en la mesa de toilette –decía La Nación- debía haber un arsenal de afeites sencillos. “Grasa de cerdo benzoatada para las manos agrietadas. Manteca de coco para fortalecer las cejas. Aceite de almendras dulces para las uñas quebradizas. Avena fina para suavizar el agua. Polvo de tiza precipitada como dentífrico. Vino blanco como agua astringente. Agua de alhuceña para añadir un poquito al agua de lavarse. Agua de saúco para refrescar la cara cuando está muy encendida”.
La cara “muy encendida” era señal de un desequilibrio nervioso, alguna emoción inconfesable, sin control. Nada mejor, entonces, que la Fitina. “Me he puesto así, linda, con el uso de la Fitina”, dice esta bella muchacha envuelta en gasas negras. Que, seguramente, pasó los veinticinco.