Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

jueves, 25 de diciembre de 2025

Fóbal, el de antes


¡El Negro Seoane gambetea al back! ¡Le sale el arquero brasileño! ¡Lo gambetea!... ¡¡¡Goool!!

¡¡Argentina campeona del Sudamericano!!

Hace cien años, un 25 de diciembre de 1925, la selección argentina empataba con la del Brasil y, de ese modo, obtenía la corona sudamericana ante la inusitada multitud de 18.000 personas.

El partido se jugó con la pelota reglamentaria, una esfera de gajos de cuero con tiento (cordón de cuero con el que se la cerraba por fuera). Cabecear era sólo para héroes.

Manuel el Negro Seoane era un buen cabeceador, vaya a saber cómo. Insider (hoy wing) izquierdo, algo gordito, apilaba rivales que era un contento. Se jubiló como clasificador de lanas en la Campomar.

El entrenador de la Selección era su arquero, el gran Américo Tesoriere.  

Él, justamente, dio lugar a una batahola que se armó con un artero patadón del brasileño Arthur Friendenreich, un mulato de ojos azules que jugaba como los dioses. Las piñas volaban de aquí para allá. Pasada casi media hora de golpes y empujones, el árbitro prosiguió el juego. Sin expulsados.