Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

viernes, 10 de agosto de 2012

El diablo viste a la moda


En el Buenos Aires antiguo la ropa pasaba de generación en generación. Las madres legaban a sus hijas las faldas de raso. Los mozos pedían que le dieran vuelta una capa que había sido de su padre. Un tijeretazo aquí o allá, nada más. Los vestidos decían el cuerpo. Pero el cuerpo, por aquella época, estaba anudado por Dios.
Hacia fines del siglo XVIII, en España se editó Muestra de trages y muebles decentes y de buen gusto. Era el amanecer de la moda entre los decentes, aquellos que tenían suficiente dinero como para acreditar buen gusto, un criterio necesario de distinción de clase cuando la movilidad social se hizo fastidiosa.
A Buenos Aires la moda llegaba cansada de tanta travesía por el Atlántico. En la primera mitad del siglo XIX, apenas se notó en el pantalón jacobino de los revolucionarios y en incómodos vestidos que indicaban que las mujeres decentes estaban incapacitadas para el trabajo (y lo orgullosas que estaban de ello). Después, los petimetres de la Belle Époque necesitaron de la moda como un cedazo que los incluyera dentro de la élite al tiempo que excluyera (no por mucho tiempo) a los parvenu cuyos abuelos no olían a bosta.
En el siglo XX se inició decididamente la moda como un sistema globalizado de preferencias que caducan cada vez más rápidamente. En los ’60, Barthes publicó El sistema de la moda. Es la imagen del vestido (no lo que el vestido es o lo que se dice de él) la que construye un ideal de belleza inalcanzable y, por eso mismo, intensamente deseado.
Cincuenta años más tarde, las pasarelas son una fusión del teatro y la moda. “Un desfile puede ser una puesta escenográfica –dice el diseñador Martín Churba-, donde hay un director, actrices, coreógrafos, maquilladores y un público que espera, se emociona y aplaude”.
Para hacerse creíble, el ideal de belleza que se muestra en los desfiles incorpora elementos del Zeitgeist, el espíritu de época. Una de las colecciones presentadas en BAFWeek (Buenos Aires, primavera-verano 2012/2013) está inspirada en las ventanas y los muros de las redes sociales. Ventanas y muros en los cuerpos.