Al pan, pan. Al vino, vino. Y al carajo… setenta y tres
modos de nombrarlo. (Carajo, claro, es el nombre “malsonante”, dice la Real
Academia, del miembro viril). Sólo hay ocho nombres para la vulva… y no valen
un carajo.
Así escribía el erudito Francisco Acuña de Figueroa
(1791-1862), notable literato que versificó el himno del Uruguay y,
extrañamente, también el del Paraguay. El hombre escribió treintaiún cuartetas
endecasilábicas amorosamente rimadas. Éstas son las últimas cuatro de la tan
admirable nomenclatura del pene: En fin,
aquí termina mi trabajo / Si algún censor severo
lo condena. / Que me eche un buen Carajo... en hora buena. / ¡Qué más quisiera
yo, que un buen Carajo!
La Nomenclatura y
apología del carajo (que se transcribe más abajo) se editó en Montevideo recién
en 1922. El editor decidió que el opúsculo circulara privadamente. Lo bien que
hizo.