Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

domingo, 17 de octubre de 2021

Los codiciosos de siempre

Otoño. Pleno barrio Norte. Hace un rato cayó una inspección en una de las tiendas más elegantes de Buenos Aires. Pescan un infractor al control de precios.

Los agentes arrestan el especulador. Corre el riesgo de una temporadita en Devoto. Mientras tanto, los agentes de la Federal, con sus pesados capotes y, vaya uno a saber por qué, las manguitas blancas que usan para dirigir el tránsito, pegan los carteles: CLAUSURADO.

Los vecinos y algún transeúnte curioso, como esa ricachona de pieles, se solazan con la tragedia del infractor. Juntan chismes para contar en el mate.

Las inspecciones son un espectáculo. Adrede, puesto que quieren convencer que el gobierno defiende al pueblo de los codiciosos empresarios.

Corre el año de 1952. En febrero se lanzó el Plan de Estabilización que, en los hechos, implica un cambio fenomenal en la política económica. .

El presidente Juan Domingo Perón lo justifica mejor que nadie:

La economía justicialista establece que de la producción del país se satisface primero la necesidad de sus habitantes y solamente se vende lo que sobra, nada más. Claro que aquí los muchachos, con esa teoría, cada día comen más y consuman más y, como consecuencia, cada día sobra menos. Pero han estado sumergidos, pobrecitos, durante cincuenta años; por eso los he dejado que gastaran y que comieran y que derrocharan durante cinco años todo lo que quisieran; se hicieron el guardarropa que no tenían, se compraron las cositas que les gustaban y se divirtieran también (…) pero, indudablemente, ahora empezamos a reordenar para no derrochar más.

Es la hora del ajuste. Los tiempos del pan con afrecho de maíz y mijo.