Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

viernes, 20 de octubre de 2017

Imago nos: Los cocheros

Samuel Boote, Plaza de Mayo, Buenos Aires, circa 1885
Ahora está vacía. Son muy pocos los que circulan por allí. Son los
tiempos de la Organización Nacional, que más bien detesta el
bullicio de la plaza política.
Quién sabe qué conversan esos dos cocheros sobre el sendero. Uno de ellos apoya una mano sobre la palmera que, creáse o no, trajeron hace algún tiempito de Río de Janeiro. Veleidades de los hombres de la Generación del 80.
Todavía los llaman cocheros de plaza. Lo de Mateos vendrá recién en los años 20 a propósito de Mateo, el famélico caballo de tiro de la obra “Mateo” de Armando Discepolo.
Se las rebuscan, los cocheros. Las familias “bien” ya se ha mudado al norte, ahuyentadas por la fiebre amarilla. Pero el sesenta por ciento de los porteños vive en un radio de veinte cuadras de la Plaza de Mayo.  
Por eso los cocheros esperan, enamorados de la sombra exótica de las palmeras. Miran sin rencor a los tranvías a caballo de la Anglo Argentina que vienen por la calle Victoria (Hipólito Irigoyen, que ahora corre hacia el río). Los tramways están condenados a las vías metálicas, insobornables. Ellos, en cambio, andan a voluntad por las calles empedradas y estrechas. Les vendrían bien unas cuantas avenidas para apurar el trote, pero todavía falta para que se inaugure la primera (la avenida de Mayo, en 1894).
Parece mentira, pero dentro de unos años, en 1899, estos mansos cocheros harán una huelga furibunda porque la policía quiere identificarlos con una foto como si fueran delincuentes. ¡Retraten a los ladrones!, gritaban. Poco después, los siguieron los picapedreros, los graniteros, los marmoleros. La paridad peso-oro los había dejado patas para arriba.