Paula Albarracín de Sarmiento (1774-1861) |
A fines de 1861, Sarmiento volvía a San Juan como auditor de
guerra. En el camino recibió noticias de su madre. Así se lo contó a su amiga
Mary Peabody de Mann:
"En sus últimos años había dejado de sufrir
enfermedades, y era feliz, sino es porque no podía trabajar, y por no verme. Su
última obra de manos fue una frazada que me mandó a Buenos Aires, con este
tierno rótulo. Paula Albarracín a su
hijo, a la edad de 84 años.
Como estuviese tan avanzada en años, hacíamos materia de
jocosidad, toda vez que hablaba de morir, diciéndole que iba a vivir un siglo;
y conmigo hizo un convenio, para que donde quiera que me hallara vendría yo,
cuando ella me llamase, para que la acompañara a dejar esta vida.
Hízolo así y la guerra civil me lo estorbó por lo pronto,
pero al partir el ejército para San Juan, le escribí del camino el 22 de
noviembre de 1861: ‘No le permito morirse antes que yo llegue’. En San Luis, en
el camino, encontré a un sacerdote que venía de San Juan. -¿Y mi madre? –Yo la
ayudé a bien morir el 21, y me encargó decirle si lo veía que lo bendecía y que
no había podido esperarlo más”.