Placa
de porcelana, circa 1850,
hallada por el arqueólogo urbano Daniel Schavelzon
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Las cortinas han sido corridas mostrando lo que no se debe
mostrar. La verga, enhiesta. La erección, obra de la mujer semidesnuda que toca
la flauta de Pan, como si fuera la encantadora del falo serpiente.
Pero hay un toque de discreción: la escena, representada en
una pequeña placa de porcelana, sólo se ve del todo si uno la pone a trasluz.
La placa fue encontrada por el arqueólogo Daniel Schavelzon
en el pozo de basura de la casa de Manuel José Cobo y su esposa Josefa Lavalle.
Los residuos fueron arrojados allí entre 1860 y 1895, la época en la que los
nuevos ricos se daban aires de señores. En Bolívar 238 vivieron los Cobo, sus
cuatro hijos y sus dos hijas. De modo que no sabemos a quién pertenecía.
Tampoco sabemos quién se entretenía con los tres falos de
madera trabajados a mano hallados en el mismo pozo. Están bien conservados: la
superficie pulida, el extremo convenientemente redondeado, unos diecisiete
centímetros de largo, tres de grosor. Los consoladores no eran infrecuentes. A
mediados del siglo XIX, en los países civilizados ya los había mecánicos.
Pero acaso lo más interesante del hallazgo arqueológico sea
dónde fueron hallados estos juguetes eróticos. Los encontraron dentro de una bacinica.
¿No es un delicioso detalle moral?