El croto ceba un mate. Pava de base ancha para no desperdiciar la llama del fogón precario. Alpargatas de tantas sendas. Chambergo deforme de lluvias y soles. No se ve el mono, el hato en el que lleva sus cositas; estará guardado adentro. Hará noche ahí, mañana se verá.
Quién sabe de dónde viene. Es probable que haya llegado en algún tren carguero gracias a don Crotto, un estanciero de Dolores que, cuando gobernador, en 1920, dejó que los crotos viajaran gratis. No lo hizo de caritativo, el hombre. Más bien facilitó que los trabajadores golondrinas viajaran a la zafra. Cosa de abaratar la mano de obra.
Quién sabe adónde va. Busca algún conchabo aunque sea por un rato para ir tirando. Lleva en la memoria un plano de campos y perros bravos, también de rostros que pasan rápido. Y caminará senderos de tierra en los que ni siquiera dejará huella.