El mar. Y Alfonsina. ¿Qué hay en esa mirada que nos mira? ¿Qué
hay en el mar que la deprime, que sin embargo la atrae?
Hay quien habla de su muerte bella y trágica. No hay muerte
bella. Y menos desde ese espigón de hierros enmohecidos (no es cierto que caminó por “la
blanda arena”), un zapato tristemente olvidado en el cemento.
“Me tiro al mar” fue lo último que escribió. No hay poesía
allí.
Donde sí hay poesía es en vida. Véase si no:
Hombre pequeñito
Hombre pequeñito,
hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.
Suelta a tu canario que quiere volar…
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
hombre pequeñito que jaula me das.
Digo pequeñito porque no me entiendes,
ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
ábreme la jaula que quiero escapar;
hombre pequeñito, te amé media hora,
no me pidas más.