Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Imago nos. La facultad neogótica

La actual Facultad de Ingeniería de la UBA
Algunos se persignan al pasar. Creen que es una iglesia.
Otros pasan impertérritos. Saben que es una facultad nunca terminada. Los más cancheros explican que el arquitecto había equivocado los cálculos y se suicidó lanzándose al vacío desde una de las torres. Aunque no hay ninguna torre.
Hubo una vez que esa estructura quiso trepar al cielo. Las agujas altas como estrellas lejanas. Las ojivas agudísimas. Un asombro ojival, dice Homero Manzi.
Proyecto original del ingeniero
Arturo Prins
Aquel edificio que se figuraba una catedral se instaló en un barrio de caballerizas, corralones y conventillos. Un despropósito, una quimera.
No importa, la oligarquía deseaba que Buenos Aires fuera París. Un diputado declaró que el neogótico de la Île-de-France era la arquitectura adecuada a una facultad porteña. Y el rector se apresuró a pedir que se suprimiera la vereda de Las Heras “a semejanza de lo que ocurre en Notre Dame”.
Pero, claro, no somos París. El proyecto, concursado para el Centenario, se demoró hasta lo indecible. Y lo atamo con alambre, para usar algo del metalenguaje argentino. Los arcos ojivales se construyeron con perfiles metálicos embutidos en la mampostería. El revoque se hizo con el ladrillo picado que sobró mezclado con cal y arena.
El edificio se inauguró el 17 de noviembre de 1925. Y así quedó. Un sueño de catedral chato, mutilado. Buenos Aires –decía André Malraux- es la capital de un imperio imaginario.