En el barrio Cafferata, en un viejo conventillo, echao a
los ojos el funyi marrón, botín enterizo, le cantó a la mina. Un domingo
bailaron un tango. Me muero por vos, susurró. Y su almita arrastró por el
fango. Ahora en la ventanita del cotorro sólo hay flores secas.
Ventanita de arrabal,
como casi todos los tangos, es una ópera en miniatura, una tragedia mínima en tres
minutos.
No es esto lo curioso. Lo extraño es cómo Pascual Contursi
coincide con los prejuicios del discurso hegemónico de la época.
También él asocia la marginalidad (la marginalidad del tango, la marginalidad
del conventillo) con la caída.
Véanse, si no, las declaraciones del diputado Juan Cafferata
(el del barrio de casas baratas, precisamente):
El conventillo es una lacra. Allí habita la promiscuidad,
germina la rebeldía, florece la tuberculosis, se disgrega la familia, se corrompe la niñez y naufraga la edad madura.
Los conventillos son atroces. Las suciedades en contacto. El pudor y la
independencia, imposibles. Las pasiones acechando pared de por medio en lucha y
contacto cotidianos.
El conventillo es
el foco de todas las ruindades. Como el del funyi marrón.
Ventanita de arrabal, 1927. Música, Antonio
Scatasso. Letra: Pacual Contursi.
Carlos Gardel en http://www.youtube.com/watch?v=E-0LtXLq05o