Magdalena Pueyrredón Ituarte,
Prilidiano Pueyrredón, 1851
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La vieja vivió casi cien años. María Florentina Silvia Ituarte Pueyrredón (1801/1905) sobrevivió largamente a su sobrino Prilidiano Pueyrredón (1823/1870) y aún a su hija Magdalena Pueyrredón Ituarte (1826/1902). No es solamente que tuviera el cuero duro. Lo malo es que era obstinada como una mula.
Que lo diga si no Prilidiano, el hijo del que fue director supremo, que una tarde de San Isidro se enamoró perdidamente de su prima segunda, Magdalena. Dianito (así lo llamaban, por Prilidianito) corrió a pedir su mano a doña María Florentina. No. Y que no. No había manera de quebrar el no. Y, de postre, la niña acató obedientemente la negativa materna.
Dianito hizo el retrato de su amada acaso como un modo de clavarla en la memoria de la tela. Ahora el cuadro está sobre el piano, en San Isidro, en la quinta Pueyrredón. Magdalena mira, los grandes ojos abiertos. La seda negra cubre los muchos corpiños que se usaban en la época. La cintura es un alarde de fajas ceñidas. Eso sí, Prilidiano se rehusó a pintar la mano que le fue negada.