En el telar de la historia está primero la urdimbre, esos hilos tensamente longitudinales, impecablemente paralelos. Después están los otros hilos con los que se entrelazan. Hilos que vienen del golpe del telar, hilos sacudidos, que a veces tienen un grosor desparejo, un teñido algo fallido. Esos hilos son las vidas, terriblemente individuales, de la gente.
Cuando la tela está terminada, los hilos entrecruzados no se notan demasiado. El paño parece liso. Pero allí, secretamente, están los hilos imperfectos, las vidas nunca rectas, nunca paralelas, por momentos deslucidas de la gente. Basta acercar la lupa para ver esa trama íntima.
Esto es lo que vamos a hacer en nuestra nueva sección, Personajes, que se publicará aperiódicamente (no como “Imágenes del cuerpo”, que aparece los miércoles) dentro de poco.
¿Por qué Personajes? Por algunas preguntas que siempre le hice a la vida de los próceres. ¿Manuel Belgrano hubiera sido un economista político si no hubiera querido redimir los chanchullos de su padre Domenico? ¿Bernardino Rivadavia hubiera sido otro si don Benito no lo hubiera arrancado del colegio San Carlos antes de que terminara sus estudios? Quién sabe.
Después hay otras vidas, las vidas de los de la segunda fila, diría Luna, los que no dejaron señal en la tela de la historia. Pero que, en la poquedad de sus vidas, reflejan admirablemente el imaginario social de la época en que vivieron. O en que viven. Porque, como siempre, iremos de allí para acá, del ayer al hoy, en la lanzadera que la historia usa para tramar.