Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

martes, 29 de noviembre de 2011

El ángel que sella los labios

Es una historia de vida. Pero también un prisma que refracta las luces más siniestras. El protagonista es el Obersturmführer Maximilian Aue, un teniente de las SS destacado en el frente ruso. Está convencido de la política de exterminio de los judíos. Apenas le dan arcadas cuando pisa los cuerpos todavía convulsos en la fosa.
El libro es terrible e, inesperadamente, bello, fatal. Como cuando le llevan a un viejo judío alto, de larga barba blanca. Entonces Aue repara que el labio superior, bajo la nariz, era liso, sin la parte hundida que hay habitualmente en el centro. Cuando nací, le dice el anciano, el ángel no me selló los labios.

 Todo está escrito en el Libro de la Creación del Niño de los Pequeños Midrashim. En un principio, los padres del hombre copulan. Y así se crea una gota en la que Dios introduce el espíritu del hombre. Luego el ángel lleva esa gota al Paraíso por la mañana y al Infierno por la noche; después, le enseña en dónde vivirá en la tierra y en dónde la enterrarán cuando Dios llame al espíritu que puso en ella. Y luego está escrito lo siguiente: Pero el ángel siempre devuelve la gota al cuerpo de la madre y el santo, loado sea, cierra tras de ella puertas y cerrojos. Y el santo, loado sea, le dice: Hasta ahí irás y no más allá. Y el niño se queda en el seno de la madre durante nueve meses. Y luego está escrito: Mal que te pese, te formaron en el cuerpo de tu madre y mal que te pese naciste para venir al mundo. Acto seguido, el niño empieza a llorar. Por el mundo donde había nacido y que tiene que dejar. Y, no bien ha salido, el ángel le da un golpe en la nariz y le apaga la luz que tiene sobre la cabeza: obliga a salir al niño a su pesar y el niño olvida cuanto vio. Ese golpe en la nariz es lo siguiente: el ángel le sella los labios al niño y ese sello deja una marca. Pero a mí el ángel me hizo salir sin sellarme los labios y me acuerdo de todo.
Entonces, ¿te acuerdas del sitio donde te enterrarán? Por eso precisamente he venido a verte.
El Obersturmführer pide un soldado, un fusil y una pala. El viejo lo guía hasta un lugar donde le cavan una tumba. Y, antes de fusilarlo, le pregunta: ¿Y mi tumba? ¿La has visto también? Sí. Eso no te lo diré.
Las benévolas, Jonathan Littel, RBA, Buenos Aires, 2007