Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

martes, 20 de septiembre de 2011

El descontrol de los barriletes

Es 1866, son tiempos bravos. El coronel Aurelio Cuenca asume como Jefe de Policía de Buenos Aires. Su primer edicto: “Se prohíbe a los menores que se entretengan en el juego del barrilete en la vía pública”. No vaya a ser que se descontrolen.
Da risa. En la “vía pública”, los chicos trabajan desde los seis años. Se trepan a los carros y roban puñados de carbón que venden para comprarse cigarrillos. Vagabundean por la calle a la mala de Dios.
Lo cuento en el libro que estoy escribiendo (la segunda parte de mi Hacer el amor):
“Cualquier sitio sirve: una pieza en una fonda de mala muerte, una casa abandonada, los bajos del Puerto, allí, en Paseo Colón, donde se mezclan prostitutas y travestidas. El onanismo –se esnadaliza Carlos Arenaza, médico de la policía- pierde con demasiada frecuencia el carácter de “vicio solitario” pues se practica en rueda, sin consideraciones de lugar y oportunidad. Es una especie de justa, en la que un grupo de menores inician al mismo tiempo la operación, bajo el control mutuo y aquel que termina primero, recibe el premio convenido que consiste generalmente en cigarrillos y centavos, cuando no las hojas periódicas que vocean por nuestras calles.
Y el coronel Aurelio Cuenca se preocupaba por los barriletes.