Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 14 de abril de 2012

Caballitos de bronce (II)

Monumento ecuestre a Manuel Belgrano,
Albert Carriere-Belleuse
 y Manuel de Santa Coloma, 1873 

En 1870, los padres de la Patria decidieron que era la hora de Manuel Belgrano. Mandaron, entonces, levantarle un monumento ecuestre en la vieja Plaza 25 de Mayo.
El caballo híbrido de San Martín no debía repetirse. Estaba bien buscar un escultor francés, lo malo era que no sabían hacer caballos como los nuestros.
La solución estuvo a la mano. Más precisamente en el consulado argentino. Allí vivía Manuel de Santa Coloma; artista francés, puesto que había nacido en Burdeos, pero compatriota. Así fue como se contrató a Albert Carriere de Belleuse (1824-1887) para la figura  y a Manuel para el caballo.
Pero tampoco esta vez hubo suerte. El caballo tiene poca alzada, es más bien petiso. Si lo hubiera montado el general en sus batallas le habría ido peor de lo que ya le fue. No es de extrañar que el equino se pareciera poco a los criollos. Que sepamos, el franco argentino Manuel de Santa Coloma no había pisado estas playas y mucho menos estas pampas.
Una curiosidad. La inauguración del monumento, el 24 de septiembre de 1873, estuvo a cargo de Domingo Faustino Sarmiento. Los ditirambos del señor presidente hicieron olvidar que hacía veinte años, en Caseros, mandó degollar al tío del bueno de Manuel. Cierto es que Martín de Santa Coloma, al parecer, le había birlado una novia a Juan Francisco Seguí (h), el auditor del Ejército Grande que había suscripto la orden. Pero no son cosas de hacer. Y menos con el salvaje método del degüello.

viernes, 13 de abril de 2012

Caballitos de bronce (I)

Monumento ecuestre a San Martín, 
Louis-Joseph Daumas, 1861

El caballo de San Martín se parece al de Luis XIV. Así lo quiso Louis-Joseph Daumas (1801-1887), el escultor francés de la estatua ecuestre sanmartiniana que se repite como una pesadilla en las plazas de todos los pueblos.
Cuando Benjamín Vicuña Mackenna viajó a París (¿adónde si no?), convino con Daumas que el general se lanzaría desde el bronce montado en un caballo que manotearía el aire graciosamente, la cola flotando al viento. El índice de la mano morena señalaría el camino de la gloria.
El asunto fue cómo sería el caballo. No podía ser de raza árabe, inglesa o normanda. Tenía que ser uno de los nuestros, un criollo de esos que devoran leguas sin resuello. “El señor Daumas elegirá un tipo intermedio”, decía esta cláusula del contrato.
El francés que, antes que nada, quería embolsar sus francos descubrió que la estatua ecuestre de Luis XIV que estaba en la Place des Victoires le venía de perlas. Propuso, pues, imitar esa figura real. De acuerdo, se le dijo.
Así las cosas, la escultura llegó al puerto de Buenos Aires. El caballo, que vino en un cajón enorme, desembarcó en lo que había sido la batería del Retiro y trepó la barranca en un carro arrastrado por yuntas de percherones; una especie de homenaje equino.
El monumento se inauguró el 13 de julio de 1862. En ese momento, nadie se atrevió a decir nada.
Con el tiempo, Vicuña Mackenna se franqueó: “En la ejecución del caballo el escultor no ha sido tan feliz. Se le recomendó imitara, en lo posible, un caballo criollo para lo que se le hizo presente (careciendo de un modelo apropiado) que reprodujera un término medio entre el caballo normando y el árabe, que tienen, el uno la fuerza y el otro la agilidad de la raza andaluza… El caballo no tiene propiamente el carácter fijo de una raza y resalta, en consecuencia, cierta disconformidad en sus proporciones y sobre todo en la cola cuya forma es del todo innatural”.
Hay que ver el contexto de la crítica. En el siglo XIX, las oligarquías chilena (Vicuña Mackenna era trasandino) y argentina fundaron la memoria de sus países. Los monumentos ecuestres como éste, el primero de la Argentina, fueron un momento de ese relato mítico.
No parece casual, entonces, que en la estatua afrancesada de José de San Martín el caballo fuera cualquier cosa menos un caballo criollo. 

domingo, 8 de abril de 2012

Pascuas eran las de antes

En el Buenos Aires colonial las funciones, los actos eclesiásticos solemnes, eran la principal distracción y ocupación. Pero las rivalidades entre los barrios eran fortísimas. Lo cuenta Mariquita Sánchez.
Se hacia una función, una procesión, todo el barrio tomaba parte en la gloria y en el golpe que daban al barrio rival. En el barrio de la Merced había una señora de gran imaginación que tenía las ideas más graciosas. Y un año se preparó con el mayor sigilo la misa de resurrección. Arreglaron una armazón para formar una nube de algodón teñido de celeste mezclado con blanco y salpicado de estrellas de esmalte. Dentro de esa nube venía un niño muy lindo vestido de ángel, que tenía una voz lindísima y a tiempo del Gloria se descolgó de la media naranja, hasta la altura de una araña, cantando el Gloria y echando flores y versos y, del mismo modo, la volvieron a subir. Juzga el miedo del pobre muchacho, la sorpresa del auditorio y la conversación que este hecho dejaría en el pueblo.
Los que saben dicen que la señora de gran imaginación era la madre de Mariquita, doña Magdalena. La misma que le hizo la vida imposible porque quería casarse con su primo Martín Thompson. 

viernes, 6 de abril de 2012

El cadáver no contesta

Acta de defunción de la
Municipalidad  de La Matanza, 1881

El infrascripto, Eusebio Rodríguez, Alcalde, certifico que don Manuel Chico que muerto lo tengo presente tapao con un poncho al parecer reyuno [se decía del caballo que pertenecía al Estado y que como señal llevaba cortada la mitad de la oreja derecha] le sorprendió la muerte al salir del baile de Don Rufino “El Catalán”, de la quebrada de Doña Pepa Lugo, muy conocido y de pública voz y fama en el pago. Interrogao el cadaver por tercera vez y no habiendo el infrascripto obtenido respuesta categorica alguna resuelve dar la sepultura en el campo de los desaparecidos conforme cuadra su circunstancia física de que certifico. Nota: hago constar de que el finao era muy amante de la bebida y muy dado a las galanterías amorosas, por cuya circunstancia tenía una cicatriz en la quijada izquierda producido por un cucharón de grasa caliente que le arrojó al rostro de la cara la hija de la parda Nicolasa, no se sabe por que safaduria. Vale.

sábado, 31 de marzo de 2012

La triste muerte del deán Funes

Deán Gregorio Funes (1749/1829)

No es cierto que el deán Funes muriera en brazos de su amante. Quién sabe dónde estaba aquella señora en ese momento. Y, aunque hubiera estado cerca, el pobre cura ya no estaba para trotes, como que tenía ochenta años.
Cierto es que a los sesenta y cinco, cuando todavía la sangre le corría por donde le corre a los varones cuando es ocasión, no había podido resistir la tentación, más líbrenos de todo mal, amén.
No hay nada que decir. Ya lo dijo todo Sarmiento en Recuerdos de provincia: “Hablábase de pasiones amorosas encendidas en aquel corazón que ya había resistido a sus seducciones, y cuando la pobreza suma había entrado en su hogar, una mujer vino a apartar de aquel espíritu fuerte la desesperación que sucede al desencanto”. Una debilidad humana, que los próceres también las tenían.
La muerte sorprendió al deán Funes cuando se estaba paseando por el Vaxuhall, que después se llamaría Parque Argentino y que estaba en la manzana comprendida por las calles Temple (hoy Viamonte), Córdoba, Uruguay y Paraná. El Vauxhall había sido creado por los ingleses a imagen y semejanza de los jardines europeos. Allí iban los porteños a creerse civilizados.
El caso es que el deán estaba hablando con Santiago Spencer Wilde (el abuelo de José Eduardo Wilde, ministro de Roca) cuando cayó como cae el falso algodón de los frutos de los palos borrachos, blandamente. Era el atardecer de un enero.

sábado, 24 de marzo de 2012

La identidad de plástico

Acta de nacimiento de Domingo Faustino Sarmiento
Mariquita (nuestra Mariquita, la del himno) se llamaba María Josepha Petrona de Todos los Santos, puesto que había nacido un 1° de noviembre, la fiesta de Todos los Santos. Así fue registrada en la Merced, que estaba a pocas cuadras de la casona solariega.
En aquel entonces, la identidad estaba dada por la firma a menudo insegura y siempre aparatosa del párroco de turno. Cuando Mariquita se casó con su primo Martín de Thompson, después de menudo barullo que hicieron, el matrimonio quedó asentado en la iglesia, esta vez con la letra de Cayetano Rodríguez. Y también fueron asentados sus ocho hijos, tres de los cuales llevaban el apellido del lindo pero vividor de Jean-Baptiste Mendeville.
Lo mismo pasaba con las defunciones, se verificaban en las iglesias. No todo era prolijo. Cierto cura de Rosario Tala, poco ilustrado, certificó que había fallecido Carmen Luna, “casada con Toribio, el Petiso, que así le decían por lo bajito”, dice el libro.
Después vino el Registro Civil y la identidad se hizo laica. Cada uno tenía el documento que le correspondía en tanto ciudadano. El documento indicaba los datos antropométricos principales. Certificaba que uno había nacido en tal o cual lugar, que había cumplido con sus deberes cívicos. Señalaba, en fin, la pertenencia a una Nación, a un territorio definido entre otras cosas por sus límites.
Pero la globalización se comió las fronteras. Hace rato que los documentos de identidad caducaron. Ahora uno es lo que es en el mercado. Uno es la tarjeta de crédito, mucho mejor si se trata de una gold, una tarjeta dorada del consumo. La tarjeta no es nacional, uno puede acreditarla en el país que se le ocurra. Uno es un password, una clave de acceso.  Uno ya no es un ciudadano, sino un consumidor del mundo.

viernes, 16 de marzo de 2012

Personajes. Fray Francisco de Vitoria

Fray Francisco de Vitoria (¿?-1592),
Obispo de la diócesis del Tucumán

El cancel del Santo Oficio de la Inquisición, en Lima, se abrió pesadamente para dar paso a una denuncia curiosa. La declaración la firmaba el bachiller Suárez de Rendo y estaba fechada en el día del Señor del 20 de marzo de 1583. Decía que fray Francisco de Vitoria, obispo de la diócesis del Tucumán, era pariente de Martín Hernández, un judío condenado por el Tribunal granadino. Eso bastaba para presumir que el obispo era un marrano (judío converso). En aquel entonces ser tildado de judaizante equivalía a la exclusión social, sino a la hoguera. Y la filiación también era un delito contra la fe.
El inquisidor Antonio Gutiérrez Ulloa, ducho en corozas y sambenitos, esta vez no supo qué hacer. No todos los días caían expedientes como éste, que involucraba a tan alto prelado. Mandó el pliego al Consejo Central que es un poco decir al muere, si uno piensa que entre El Callao y Cádiz había meses de navegación azarosa.  
En aquella época no era infrecuente que un clérigo fuera nuevo cristiano, como se llamaba a los judíos conversos, y aun que practicara secretamente los ritos y las ceremonias de la ley mosaica. A trancas y barrancas, los hebreos expulsados primero de España y después de Portugal desembarcaron en el Brasil. Y, cuando también allí llegó el Santo Oficio, pasaron sigilosamente al Río de la Plata. Tomar los hábitos católicos les permitía, al menos, poder leer sin aprietos el Nuevo Testamento, ser respetados por los vecinos y, en todo caso, ¿qué mejor artificio que una sotana?
Fray Francisco de Vitoria (no hay que confundirlo con su homónimo, también dominico, que fundó la hermosa teoría del derecho natural de los españoles de andar por las Indias a sus anchas) no se quedó callado, qué se va a callar.