Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 15 de junio de 2013

Los nuestros y los otros

En la escuela se enseña que el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata, fundado en el otoño de 1801 a instancias de Manuel Belgrano, fue el primer periódico de Buenos Aires. Ahí escribían Lavardén, Castelli, el propio Belgrano. 
Lo que no se dice es que el bendito Telégrafo Mercantil fue un dispositivo de enclasamiento de la burguesía incipiente. Es cierto que el periódico inauguró el vocablo argentino para aludir al Río de la Plata o, más precisamente, a Buenos Aires. Pero su función consistía, antes que nada, en definir quién era quién en aquella sociedad magmática que quería ingresar de lleno al capitalismo. 
No es que al editor, el probritánico Francisco de Cabello y Mesa, le faltaran luces. Al contrario, desde el principio dividió las aguas: una cosa eran los propios y muy otra los ajenos. Los incluidos y los excluidos. 
Los que podían ingresar a la Sociedad Patriótica Literaria y Económica asociada al periódico eran los Españoles nacidos en estos Reynos, ó en los de España, Christianos viejos y limpios de toda mala raza. No podía entrar ningun Extranjero, Negro, Mulato, Chino, Zambo, Quarteron, o Mestizo, ni aquel que haya sido reconciliado por el delito de la Heregia, y Apostasía, ni los hijos, ni nietos de quemados [en las hogueras de la Inquisición]… Los nuestros y los otros. 
En una palabra, la Sociedad porteña habría de componerse de hombres de honrados nacimientos, y buenos procederes. Todavía más de uno se pregunta qué quería decir eso de “buenos procederes” en aquella sociedad de viejos contrabandistas.