Si uno quiere resolver qué hizo Angela Castelli o Pedro Castelli con el legado de su padre tropieza con un escollo. Antes, necesita comprender el sistema nervioso por el que se transmitió ese mandato. En las Provincias Unidas, la médula de ese sistema se llamó patriarcado.
En Ellas en la historia. Mujeres que hicieron el país (Planeta, 2018) se describe cómo funcionaba aquella sociedad armada como una red de relaciones de parentesco y compadrazgo que se anudaban en clanes.
Esa
sociedad era cerradamente patriarcal. Las relaciones familiares eran
directamente relaciones políticas de dominación masculina, que nacían en una
cierta división sexual del trabajo
En
el capítulo Madres maternales, usamos
una lente de aproximación microsocial para examinar de cerca esa división. Nos
metemos en un dormitorio en el que está ocurriendo un parto, un drama que
muestra la expropiación del cuerpo de la mujer.
Sin
patriarcado no podría haberse constituido el clan Belgrano, por ejemplo, en el
que el pater familias Domenico
Belgrano asignaba a sus hijas de manera de ampliar su capital económico y
social a la vez que decidía a su arbitrio cuáles de sus hijos serían
comerciantes o curas.
A
ninguno de ellos se le habría ocurrido discutir esa estrategia de alfiles en el
tablero de las clases en formación. Ni siquiera Manuel, que tomó aquel mandato
y le dio otro rumbo.
Es
cierto que el huracán de Mayo intranquilizó el follaje de los árboles
genealógicos. Pero el patriarcado volvería. En el año VI, los congresales de
Tucumán lo dijeron claramente: “Fin de la Revolución, principio del orden”.
Lo
cierto es que, si queremos saber qué pasó con los hijos de los próceres, habrá
que aceptar una prevención: para seguir el mandato del padre es necesario
recorrer los oscuros laberintos del patriarcado por los cuales se transmitió.